Edição 508 | 09 Agosto 2017

Populismo es el concepto llave para pensar la política hoy

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João Vitor Santos

Para Myriam Southwell, Laclau no analiza solamente un fenómeno político transitorio, “sino un fenómeno de estructuración de la vida política que está siempre presente”.

Myriam Southwell es pedagoga. Realizó su graduación en la Universidad Nacional de La Plata, maestría en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – FLACSO, en la Argentina, y doctorado en la Universidad de Essex, en Inglaterra, bajo la orientación de Laclau. Actualmente, es investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas – CONICET, en Argentina, y coordina el doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata.

IHU On-Line - ¿En qué consiste la interpretación de la Teoría del Discurso hecha por Ernesto Laclau? ¿Cuáles son las contribuciones de Chantal Mouffe a la perspectiva del autor?

Myriam Southwell - La contribuciónd de Ernesto Laclau y Chantall Moufe a la Teoría del discurso y a la teorización social y política en general es muy significativa. Pienso el trabajo de ellos en conjunto porque el libro señero, que abrió camino, de esta teoría es Hegemonia y Estrategia Socialista es un escrito de ambos y además porque si bien luego de esa producción compartida ambos publicaron también de manera independente, las múltiples referencias entre ello y las huellas del pensamiento de cada uno de ellos es muy reconocible en los trabajos de ambos.

La noción de discurso establece un nuevo giro en la filosofía occidental, orientándola ya no hacia los actos o eventos, sino a las condiciones de posibilidad. Las condiciones de posibilidad para que determinados discursos se constituyan en hegemónico. Así, la acción pasa a ser observada como una estructuración de un cierto campo de sentido que preexiste. La investigación de las condiciones de posibilidad estaba ya presente en el pensamiento de Kant y Husserl, pero mientras que en la fenomenología o en filosofía de Kant el "a priori" constituía una estructura básica de la mente que trascendía todas las variaciones históricas, la teoría contemporánea del discurso es profundamente histórica e intenta estudiar el campo discursivo con la experiencia de las variaciones temporales. Desde ese corpus teórico se desarrollaron teorías del discurso que estuvieron fuertemente vinculadas con la lingüística estructural, y otras en las prevaleció un análisis que no dependía de la crítica a la noción suassureana de signo. Desde esta perspectiva, la tarea del análisis del discurso para el estructuralismo clásico fue encontrar las regularidades básicas que gobernaban la producción del sentido en la vida social.

Las proposiciones teóricas de Laclau y Mouffe constituyen una analítica teórica en el sentido foucaultiano, como marco teórico dependiente del contexto, histórico y no objetivo para analizar las formaciones discursivas. Referido al contexto, además, porque siempre contextualiza en términos particulares las formaciones discursivas que analiza; no es histórico en el sentido de buscar reconstruir una historia total, sino por el reconocimiento de la temporalidad en la que están insertos.

La idea básica de esta teoría es que nosotros vivimos en universos que aparecen unificados, a través de una serie de actos de sentido. De la misma manera que -por ejemplo- hablamos nuestro idioma sin explicitar su gramática aunque la estamos usando, aplicando de hecho, pertenecemos a una serie de configuraciones de sentido que tienen una estructura de la que somos profundamente inconscientes, como todo acto social es profundamente inconsciente. La tarea de un analista de discurso es tratar -de la misma manera que un lingüista trata de reconstruir la gramática de una lengua-, el analista de discurso trata de reconstruir esa forma, esa secuencia de sentido básico a través de la cual lo social se va configurando.
En consecuencia, entendemos que la estructura discursiva resulta una práctica articulatoria que constituye y organiza a las relaciones e identidades sociales diferenciales sin nunca llegar a lograr realizar una sutura última. Esta imposibilidad de fijación última de sentidos implica que siempre habrá fijaciones parciales y que lo social existe como esfuerzo por producir ese objeto total imposible.

IHU On-Line - ¿De qué forma, a partir de su Teoría del Discurso, Laclau comprende el concepto de pueblo? (tal vez convendría que esta pregunta vaya despues de la 3, para que se entienda mejor)
Myriam Southwell - Según Laclau, el populismo es una forma de constituir la unidad de un grupo. A esta constitución lo denomina “práctica articulatoria populista”. La unidad más pequeña para dicha articulación la constituyen las demandas democráticas. La emergencia de una demanda democrática supone algún tipo de exclusión o privación, ya que es formulada por un actor excluido del sistema sobre la base de un principio de igualdad. La pluralidad de demandas que, a través de su articulación equivalencial, constituyen una subjetividad social más amplia, conforman las demandas populares.
Por ello, el populismo supone, en primer lugar, la formación de una frontera antagónica interna que separa al pueblo del poder -se trata de “una división antagónica del campo social”, siendo el pueblo la expresión de una “totalidad ausente”-. En segundo término supone también una articulación equivalencial de demandas, que implica, por tratarse de demandas, una pluralidad de posiciones subjetivas.

Por otro lado, Laclau también suma la categoría de condensación, el entiende el denominador común que encarna el vínculo equivalencial entre una serie de demandas particulares. Este denominador común proviene de la misma serie equivalencial y constituye una particularidad y una universalidad al mismo tiempo. Alguno de los términos de la cadena equivalencial va cumpliendo la función de absorber demandas, condensan sentidos y expresan no sólo su significado particular sino que se convierten en potentes síntesis de demandas (las nociones de paz, pan y trabajo en diversas experiencias políticas, la noción de estabilidad en la Argentina de la crisis económica de los años noventa, o yendo más atrás la noción de desarrollo o, aún más atrás, la noción de civilización pueden ser muestras de esa condensación).

La identidad popular debe condensarse entonces en torno a significantes (palabras, imágenes) referidos a la cadena equivalencial como totalidad. En tal sentido, la identidad popular funciona como un significante vacío que condensa demandas (demandas que comparten entre sí el vínculo negativo inherente al lazo equivalencial) en un terreno social heterogéneo. El momento equivalencial/articulador no procede por necesidad lógica, sino que se constituye mediante la unificación de una pluralidad de demandas.

La heterogeneidad social implica que demandas no pueden ser representadas en una ubicación estructural específica dentro de un campo antagónico. Por ejemplo, la situación de las mujeres y la demanda por reconocimiento y justicia, ha ido adquiriendo nuevos elementos y tiene una configuración distinta desde la demanda por “igual salario por igual trabajo” hasta las más actual expresión del “Ni una menos”. La unidad del agente social es el resultado de una pluralidad de demandas sociales que constituyen una cadena de equivalencias, agrupadas conforme el principio de nominación. La nominación es entonces el momento clave de la constitución de un pueblo, cuyos límites y componentes equivalenciales fluctúan permanentemente. Un aspecto central en la argumentación de Laclau es el nombre como fundamento de la identidad popular, que permite hablar de una “productividad social del nombre”.

La necesidad de constituir un pueblo surge sólo cuando la plenitud no es alcanzada y objetos parciales dentro de la sociedad (objetivos, figuras, símbolos) son investidos de tal manera que se convierten en los nombres de su ausencia. De allí la centralidad de la dimensión afectiva en este proceso.


IHU On-Line - ¿En qué consiste el concepto de populismo en Laclau y cuáles son sus contribuciones para pensar el espacio político? ¿Cómo la razón populista se puede articular con las ideas del peronismo?

Myriam Southwell - Según Laclau, la categoría política populismo ha sido abordada por la teoría política generalmente como una categoría que hace referencia a un fenómeno político caracterizado por la vaguedad, la irracionalidad, el vacío ideológico y la transitoriedad. En contraposición a dicho modelo, Laclau sostiene que el populismo no es un fenómeno político transitorio, sino un fenómeno siempre presente de estructuración de la vida política. el populismo pasa a ser conceptualizado como un tipo de discurso político fundado en la interpelación a “los de abajo” frente al poder. El populismo, por tanto, tiende a dividir a la sociedad en dos campos antagónicos. Lo que cuenta no es el contenido del corte populista, sino el momento del corte como tal. Pero el contenido concreto en el que es investido cambia históricamente y requiere ser definido en cada caso. De hecho, resulta productivo mantener siempre abierta la pregunta, ¿cuáles son las dimensiones actuales de ese investimento?

Según Laclau, el populismo es una forma de constituir la unidad de un grupo. A esta constitución lo denomina “práctica articulatoria populista”. Las nociones de hegemonía y de principio de equivalencia son centrales en tal sentido. La división antagónica –una condición de la estructuración populista- de la sociedad supone la presencia de algunos significantes privilegiados que condensan en torno a sí mismos la significación de todo un campo antagónico (pueblo vs. oligarquía, es su expresión más clara y recurrente). La noción de hegemonía supone que dichos significantes se constituyan en un terreno en el cual las demandas no obedecen a una lógica determinada a priori. La contingencia es parte constitutiva de esa lógica. El pueblo, para finalmente responder a tu pregunta, es el resultado de la sobredeterminación hegemónica de una demanda democrática particular que funciona como significante vacío. Con el uso de la categoría significante vacíos hacemos referencia a ciertos términos que son objeto de una lucha ideológica muy fuerte en la sociedad; por ello, estos términos van a tender a ser significantes tendecialmente vacíos –nunca totalmente vacíos- por el hecho de que dada la pluralidad de conflictos que ocurren alrededor de ellos no pueden ser fijados a una única articulación discursiva. Y justamente, en el hecho de las disputas que suscitan en torno a ellos, reside su potencialidad y capacidad de interpelación. Aquí conviene detenernos en una confusión habitual, porque suele entenderse rápidamente que el calificativo de vacío habla en desmedro del término; muy por el contrario, el vaciamiento parcial habla de la potencia de un significante que logra absorber a otros, se vacía parcialmente al mismo tiempo que incorpora sentidos y significaciones que lo exceden.

El punto nodal cuyo nombre genera la unidad de una formación discursiva no tiene una identidad positiva propia, sino que es un significante puro que satisface la función de fijación nodal. Laclau resalta dos consecuencias de la unidad de dicho punto nodal al ser nombrado: el nombre genera una atracción sobre cualquier demanda vivida como insatisfecha y, como tal, heterogénea respecto al marco simbólico existente; y el nombre, en tanto significante vacío, es incapaz de determinar qué tipo de demandas entrarán en la cadena equivalencial.

La reflexión sobre el peronismo fue una constante de Ernesto Laclau, como un intelectual que se había formado académica y políticamente en la Argentina de los años ´50s y ´60s. Pero también su teoría ha sido muy fructífera analizando otras experiencias políticas latinoamericanas como el varguismo en Brasil (puede encontrarse el trabajo de Alejandro Groppo sobre el peronismo y el varguismo desde esta perspectiva de análisis) y el cardenismo mexicano, tal como lo muestran los trabajos de Rosa Nidia Buenfil Burgos.

Sobre el peronismo, Ernesto siempre daba un ejemplo en sus clases que muestra claramente la potencia de su esquema de análisis. El ejemplo es el siguiente. Cuando Perón es derrocado en 1955 se estableció la necesidad de "desperonizar a la sociedad" y en ese intento el sistema educativo tenía un importante papel. La estrategia de las fuerzas políticas que se desplegaron a partir de ese momento era crear un sistema liberal estable, que hiciera que el peronismo fuera pasando -cada vez más- al horizonte de lo social y que no representara una amenaza. Esto sólo podía suceder si las reivindicaciones sociales que habían constituido la columna vertebral de peronismo, podían ser absorbidas una a una por el sistema. En el sistema educacional hubo intentos en ese sentido: la reconversión de la Universidad Obrera, la creación del CONET, la expansión del sistema en todos sus niveles, etc. Si la estrategia tenia éxito el resultado hubiera sido un conjunto de demandas individualizadas dentro de una estructura fuertemente institucionalizada (probablemente esto podría analizarse con las modalidades de desarrollismo autoritario que cobran forma en la segunda mitad del siglo XX). Si por el contrario el sistema era incapaz de absorber esas reivindicaciones de masas, lo que podía ocurrir es que iba a haber una acumulación de demandas insatisfechas con un aparato institucional incapaz de absorberlas y en ese caso los símbolos, las cadenas de equivalencias entre todas esas demandas se iban a tender a aglutinar entre todos los símbolos político-ideológicos del peronismo. Lo que finalmente sucedió fue que esos símbolos fueron crecientemente vacíos y desarrollaron una progresiva capacidad de absorción de esas demandas. ¿Cuál era el símbolo? El retorno de Perón.


IHU On-Line - ¿Cómo comprender el escenario político del mundo de hoy a partir del concepto de populismo de Laclau? ¿En qué medida su teoría todavía sirve para comprender el espacio político en los países de América Latina hoy, esencialmente en la Argentina?

Myriam Southwell - La tarea de un analista de discurso es tratar -de la misma manera que un lingüista trata de reconstruir la gramática de una lengua-, de reconstruir esa forma, esa secuencia de sentido básico a través de la cual lo social se va configurando. Lo político tiene un papel ontológico en la concepción de lo social, es decir, que la sociedad se estructura en un cierto sentido básico, a través de sus articulaciones políticas. El discurso implica acción y la práctica es discursiva, por lo que no sería viable afirmar la distinción entre discurso y práctica. Si lo político es constitutiva del lazo social, siempre existirá una dimensión política por la cual la sociedad y el pueblo son constantemente reinventados. Y este es un análisis actual y pertinente en nuestras sociedades.

La unidad del agente social es el resultado de una pluralidad de demandas sociales que constituyen una cadena de equivalencias, agrupadas conforme el principio de nominación. Cuanto más heterogéneas sean las demandas sociopolíticas, más autónoma se tornará la construcción del pueblo respecto de dichas demandas. El punto nodal investido afectivamente (el “nombre”) no sólo expresa dicha cadena de equivalencias, sino que se convierte en su fundamento. La nominación es entonces el momento clave de la constitución de un pueblo, cuyos límites y componentes equivalenciales fluctúan permanentemente. El momento equivalencial/articulador no procede por necesidad lógica, sino que se constituye mediante la unificación de una pluralidad de demandas. Las demandas por liberación o versus dependencia, democratización, la estabilidad, la inclusión, el cambio han constituido cadenas equivalenciales que lograron hegemonizar la discursividad en distintos momentos de las últimas décadas.

Una conceptualización que Ernesto produjo fue la de “umbrales de la política” que presentó en la revista Debates y Combates que dirigió en los últimos años de su vida. Allí planteó que el umbral remitía a un horizonte discursivo, una línea divisoria entre lo representable y lo irrepresentable. Hay ciertos objetos que se constituyen a partir de ese horizonte, en tanto que otras que podrían haber sido importantes en un horizonte anterior, pierden toda viabilidad y posibilidad de representación. No es que ellas sean “superadas” en un sentido dialéctico, sino que su fuerza para organizar en torno suyo un campo significativo de representación se desvanece: los componentes discursivos que aparecían articulados en torno a dicha hegemonía se autonomizan en su particularismo específico y el campo de las representaciones colectivas pierde todo tipo de coherencia interna.

A partir de esa noción entiende que lo que ha sucedido en varios países de la región latinomericana en los últimos años es que un nuevo umbral de percepción de lo político ha comenzado a elaborarse, a la vez que los umbrales anteriores han entrado en una crisis irremediable. Pero se trata también de variantes completamente nuevas porque presuponen una articulación completamente distintas entre populismo e institucionalismo, que son los dos polos fundamentales en torno a los cuales lo político se constituye. Según Laclau, la tradición democrática nacional-popular representa un componente esencial de ese umbral político, pero hay otros dos que son característicos de la nueva etapa: la dimensión de autonomía y la de hegemonía. En tanto que en el primer populismo latinoamericano era esta última la que predominaba, en los populismos actuales la hegemonía se construye a través de un pasaje por la organización autónoma de una pluralidad de actores sociales.


IHU On-Line - ¿La idea de populismo puede ser asociada a una concepción de construcción democrática? ¿Por qué?

Myriam Southwell - Las dimensiones definitorias del populismo son:
1. La emergencia de un conjunto de fuerzas y demandas heterogéneas que no pueden ser integradas orgánicamente dentro del sistema diferencial/institucional vigente.
2. Dado que los vínculos entre dichas demandas son diferenciales, sólo pueden ser equivalentes (hay un “aire de familia” entre ellas, porque todas tienen el mismo enemigo).
3. La cadena de equivalencias alcanza su punto de cristalización en torno a un significante vacío.
4. Con el fin de desempeñar ese rol, el significante vacío es reducido a un nombre.
5. Para que el nombre desempeñe su rol, debe estar investido de “afecto”.
6. Desde un punto de vista conceptual, puede darse cuenta de esta variabilidad conforme la relación (inestable) entre el movimiento populista y el sistema institucional: (i) un sistema institucional autorregulado que relega cualquier desafío antiinstitucional a una situación marginal; (ii) un sistema institucional menos estructurado, que requiere algún tipo de recomposición política: el sistema puede ser desafiado, pero como mantiene su capacidad de autoestructuración, las fuerzas populistas actúan dentro y fuera del marco institucional; y (iii) un sistema que ha entrado en un período de “crisis orgánica” en el sentido gramsciano: las fuerzas populistas no sólo desafían el sistema, sino que se lanzan a la reconstrucción de un nuevo núcleo populista.

La teoría populista contemporá́nea nos permite trascender ese vieja noción de que se trata de una anomalía específica de América Latina (dado que se está expresando en muchas otras latitudes), implica también una perspectiva de emancipación del colonialismo del pensamiento. El populismo es entonces mucho más –gracias a intervenciones como las de Laclau, Mouffe y algunos otros académicos- que un estigma, una anomalía, una salida del curso de la normalidad, sino, en realidad un concepto clave para pensar la polí́tica.
El ciclo de políticas democratizadores del primer decenio del siglo XXI en nuestra región permiten –con las herramientas conceptuales que provee la teorizaión populista- decir que estas experiencias fueron impulsadas por la búsqueda de la ampliación de derechos. Por eso, el populismo es la lógica de articulación política que establece una frontera entre los de arriba y los de abajo, entre los que se apropian del Estado para hacer orientarlo según sus intereses particulares de clase y los que posicionan el Estado como un lugar de puja política –dilemática, conflictual- para la ampliación de derechos para una población más amplia.

IHU On-Line - Como conclusión, Laclau señala que existe una asimetría entre la comunidad como un todo (el populus) y “los de abajo” (la plebs). Estos últimos son siempre una parcialidad que se identifica a sí misma como un todo.

Myriam Southwell - Esto supone que una demanda popular particular encarna la plenitud ausente de la comunidad, mediante una cadena de equivalencias potencialmente interminable. Ello se produce justamente por la vacuidad del significante, que parcialmente vacío puede absorber otra demandas y así, esa particularidad, adquiere una significación que lo excede. La plebs nunca deja de ser una particularidad, lo que implica que la totalidad siempre es una totalidad fallida.

No hay campo popular sin el establecimiento de una relación equivalencial entre un conjunto de demandas sociales la estructuración interna de cada demanda es lo que importa y allí hay distintas posibilidades. Al entrar en una cadena equivalencial, toda demanda social aparece internamente: por un lado, tenemos la especificidad, el particularismo de la demanda; por otro, el rechazo implicitito al poder contra el cual la demanda se formula. Laclau ha explicado que estos dos componentes de la estructuración de cada demanda -su especificidad y su inscripción en el campo popular- tienen un peso relativo variable. Si la demanda específica es poco precisa en su formulación, dependerá más para constituirse de su inscripción diferencial. Si, por el contrario, es más autónoma y específica en su formulación, su inscripción equivalencial será siempre y sometida a procesos de renegociación continua. Es el pasaje de la primera a la segunda de estas alternativas lo que caracteriza al populismo latinoamericano actual en relación con el populismo clásico. Mientras que este incorporaba a la esfera pública masas en buena medida vírgenes y con un grado débil de organización y de identidad corporativa, los nuevos populismos deben partir de sociedades civiles mucho más estructuradas y de actores sociales mucho más autónomos en su acción colectiva.

IHU On-Line - ¿Cuáles son las contribuciones de Laclau y Mouffe en la concepción de políticas educacionales? ¿Qué revelan sobre la historia reciente de las políticas educacionales empleadas en la Argentina?

Myriam Southwell - La lógica articulatoria que es tan significativa en el análisis de Laclau es una gran contribución para pensar ese espacio tensionado, de demandas múltiples lugar de enunciación de posiciones y requerimientos distintos y de diversos orden como es la educación. Sintetizaré lo que para mí son dos grandes contribuciones de esta teorización a la teorización educacional: una perspectiva que trascienda la determinación (tan frecuente cuando se buscan explicar procesos educacionales) y una manera de explicitación acerca del carácter político de la educación.

Sobre el primer aspecto, la perspectiva del análisis político del discurso nos posibilita ir más allá de un abordaje de los sistemas educativos como reflejos supeditados a lógicas externas; esto no significa negar de modo taxativo la incidencia de características globales o aspectos económicos, de crisis socio-económicas o regulaciones sociales, etc. Lo que sí nos interesa destacar es que el campo de la educación y los actores que le dan vida, no están simplemente supeditados a determinaciones sobre las que poco tienen que hacer, impávidos y hasta inermes ante oleadas que clausuran la politicidad de su posicionamiento y acciones. Sobre la segunda contribución, entender que lo social se constituye por articulaciones políticas, nos ha permitido renovar y enfatizar el peso de la historia y las tradiciones que funcionaron como superficie de traducción de enorme fuerza, sobre todo cuando de la dinámica escolar se trata. Las políticas de regulación del trabajo docente podrían entonces ser entendidas como procesos sociales de significación, en las que se intenta fijar de modos diversos a la docencia como posición de sujeto, en el marco de diferentes enunciaciones y significados en disputa. En tanto intervenciones discursivas, dichas políticas tienen un carácter eminentemente político, conflictivo y asociado a las luchas por la hegemonía en términos de lograr una fijación –siempre precaria- de significados ligados a la docencia.

En ese sentido, se confirma el carácter inherentemente político de la reflexión, la acción y la organización educativa ya no como una condición casi unidireccional de poder puesto en función de cierto direccionamiento sino como motor, como aquello que se pone en funcionamiento en torno a los dilemas, y que por lo tanto va construyendo las condiciones de posibilidad para que disputas, confrontaciones, hibridaciones y negociaciones tengan lugar y construyan realidades cotidianas. En ello reside la politicididad de lo educativo y se vincula con el carácter inalienable de la decisión, decisiones que se juegan en las distintas posiciones -no previamente establecidas- sino construidas en cada situación. Así, lo educativo se desarrollo en torno a una posición activa, decisional, inherentemente política que se desarrolla in situ y no completamente determinados previamente


IHU On-Line - ¿Cómo es posible comprender a partir de Laclau los procesos de transmisión cultural? ¿Qué alternativas presenta para romper con la idea de hegemonía, tanto educativa como política?

Myriam Southwell - La educación –en tanto transmisión cultural- está directamente vinculada a los proyectos de gobierno de cada sociedad de manera muy compleja. No existe un proceso puramente comunicativo en términos funcionales, sino que hay procesos de significación, apropiación y selección que se fundan en un terreno y construyen realidades que no están previamente cartografiadas de modo inalterable. En suma, un proyecto educativo debería analizarse no en relación de continuidad con una demanda social en particular, sino en relación de articulación.

Respecto a la noción de hegemonía, esta no debe pensarse como algo negativo ni –por eso motivo- buscar una manera de abolirla. Muy por el contrario, es la noción que posibilita reconocer la dinámica de lo social que se superpone con lo político.

El concepto de hegemonía es tomado inicialmente del pensamiento gramsciano aunque en el trabajo de Laclau y Mouffe esta categoría toma distancia de la centralidad de clase en el protagonismo revolucionario, y del carácter teleológico; asimismo, introduce elementos discursivos. Concebir discurso como una configuración significativa y abierta, hace posible entenderlo como condición de las prácticas hegemónicas. Conceptualizar la hegemonía como una práctica discursiva no implica reducirla a las formas lingüísticas de la construcción del consenso, sino reconocer que las operaciones específicas involucradas en una práctica hegemónica, tienen como condición estar enmarcadas en redes significativas socialmente compartidas. La dinámica de una práctica hegemónica hace que una particular demanda social transforme su contenido específico en una fijación parcial de significado, alrededor del cual otras demandas sociales son articuladas. En consecuencia, esta transformación dentro de elementos articulatorios implica una lucha política.

Un proyecto educacional no debe ser analizado en una relación de continuidad con una particular demanda social, sino en una relación de articulación. Por otro lado, las identidades particulares son siempre inestables y los contenidos de esa relación de articulación son permanentemente "re-negociados". La educación esta directamente vinculada con los proyectos políticos de cada sociedad, pero en un modo mucho más complejo del que comúnmente se piensa. El dispositivo pedagógico es constituido como una condición para la producción, reproducción y transformación de la cultura. No hay un puro proceso de comunicación, en términos funcionalistas; si consideramos el proceso escolar como una reproducción de la cultura dominante inalterada, la historicidad inherente al proceso educacional es anulada. La transmisión/adquisición de la cultura debe ser entendido como un proceso de significación, de otra manera, la identidad de quien enseña y de quien aprende serían consideradas esenciales y establecidas por determinados mecanismos sociales. La relación política entre diferentes sujetos dentro de la sociedad puede tomar parte en el proceso de enseñanza-aprendizaje, desordenando el dispositivo de reproducción. Entonces, y esto lo ha formulado Adrian Puiggrós allá por el año 1996, la educación puede ser entendida como un proceso de transmisión-adquisición, enseñanza-aprendizaje, de las formas de diferenciación y articulación culturalmente acumuladas.

IHU On-Line - ¿De qué forma Laclau y Mouffe comprenden la singularidad del individuo y cuál es su papel en la articulación con el todo, el pueblo?

Myriam Southwell - En el marco de la teorización de Laclau y Mouffe, el sujeto no está previamente constituido sino que es efecto de actos de nominación, se constituyen en las relaciones, no previamente. Se distingue de las construcciones apriorísticas de la subjetividad. Parte de los aportes del psicoanálisis y, por ello, es posible re-pensar ciertas dinámicas sociales, en términos de complejos procesos que se relacionan con la necesidad de completamiento, de cubrir una falta, un intento siempre fallido frente a una inherente falta. Justamente, por esa dinámica de permanente búsqueda de completamiento, se producen permanentes, incompletos e inestables procesos de identificación simbólica, estructurados alrededor de la "aceptación" de esa falta constitutiva. Esto puede resultar una clave de comprensión de las identidades sociales y políticas de una manera no simplista y rescatar su carácter móvil, siempre en búsqueda. Por otro lado, permite entender la inestabilidad constitutiva de esas identidades. Esto se contrapone a la idea de la sociedad como una totalidad cerrada y centrada. En suma, ofrece elementos para una concepción socio-política de la subjetividad, compatible con las bases teóricas del post-estructuralismo.

Hay algo que también hemos aprendido sobradamente de su estrategia analítica, y es que la pluralidad de relaciones sociales de dominación que conforman el plexo social requiere de una estrategia política de articulación de las múltiples luchas en torno a las diferentes demandas democráticas de una formación social concreta.

IHU On-Line - ¿En qué consisten los discursos pedagógicos de la Argentina post-dictadura? ¿En qué medida esos discursos pueden iluminar las reflexiones sobre la política en el país hoy? Y, ¿qué relaciones podemos establecer con otros países de América Latina que vivieron la experiencia de la dictadura militar, como Brasil?

Myriam Southwell - El análisis de la experiencia de la recuperación democrática en Argentina me implicó reconstruir la construcción de la hegemonía que desplegó el nuevo gobierno, a través de la confrontación con el régimen militar, el re-establecimiento del Estado de derecho a través de procurar acuerdos o resituar a las clásicas instituciones de representación. A través de este posicionamiento el primer gobierno post-dictatorial buscó establecer una frontera respecto del pasado como condición para la emergencia de un nuevo régimen político, a partir de fijar un antagonismo que cristalizara una frontera temporal y política, a la vez.

El alfonsinismo construyó su hegemonía alrededor del significante democracia. Democracia ocupó el lugar central en todos los discursos de la época; por ejemplo, uno de los más famosos -y reiterados- enunciados de Alfonsín fue: "con la democracia se come, se cura y se educa".... Así, se articulaban significados relacionados con el bienestar de la sociedad (nutrición, salud, educación, libertad, representación política, etc.) alrededor del significante democracia. Toda la producción discursiva presidencial intentó enlazar el sentido de cada acción gubernativa con el propósito de la construcción de un régimen político democrático. En términos de Laclau, la restitución del orden democrático, funcionó como la siempre incompleta superficie de inscripción para una plenitud ausente.
En términos educacionales el discurso que impulsó las políticas e instituciones de ese momento se enunció como “democrático” para superar el régimen autoritario anterior, intentó generalizar las características estructurales que el sistema educativo argentino había tenido antes de la dictadura, ampliando su capacidad de cobertura, quitando los condicionamientos para el ingreso a las instituciones educativas y promoviendo formas de participación. El carácter polisémico de democracia estaba también presente y los debates educacionales, hacían eje en la dicotomía democracia – autoritarismo como punto de partida. Significantes como democracia, participación, pluralismo, soberanía entre otros, eran adoptados como el marco desde el cuál se enunciaban diferentes proyectos educacionales. Ello generó las condiciones de posibilidad para que documentos oficiales, así como los que se producían por fuera del circuito oficial, las prescripciones y recomendaciones para experiencias educativas contenían esa ideas anti-autoritarias. Ese clima impulsó fuertes apuestas hacia la enseñanza de derecho humanos, experiencias de educación no-formal, movimientos universitarios, etc.

En ese marco, la iglesia católica organizó el campo de sus argumentación alrededor de las idea de pluralismo, invocando la noción de pluralidad (que no ejercía) para disputar con aquello que entendía era el monopolio del Estado en materia educacional. Esto constituye un ejemplo de un intento por dominar el campo de la discursividad a través de la articulación de la noción de pluralidad al significante democracia, disputando con el contenido “pluralismo”, el continente democracia. Es decir, participaba de la disputa por el significante democracia cargándolo con el sentido de pluralidad que le posibilitaba jaquear la presencia del Estado, buscando restaurar su presencia como agencia educativa desarrollada en la segunda mitad del siglo XX.

Procesos similares podrían analizarse en los países vecinos, en relación a las cadenas equivalenciales que se desarrollaron en torno a la idea particular que se desarrolló del derecho a la educación, o con el significante inclusión, o profesionalización, articulando ese significante con contenidos particulares, como parte de la disputa hegemónica.


IHU On-Line - ¿De qué forma los escritos de Laclau pueden inspirarnos a pensar sobre las dictaduras latinoamericanas? ¿En qué medida su pensamiento contribuyo en la construcción de una democracia que supere el totalitarismo dictatorial?

Myriam Southwell - Por democracia podemos entender dos cosas: el funcionamiento de las instituciones liberales, o bien, un tipo de actor democrático y colectivo que está inspirado en el concepto de la igualdad. Es decir, reformas populares democráticas pero que se desarrollan en un cuadro institucional no-liberal. Laclau planteaba en 2013 que la tradición popular-nacional-democrática y la liberal-democrática corrieron durante mucho tiempo como corrientes separadas pero que en los últimos treinta años, como resultado de las dictaduras más brutales que el continente haya experimentado y que golpearon a las dos tradiciones, es que éstas tienden a convergir pues ya no son incompatibles con el funcionamiento democrático-liberal de las instituciones.
Si la democracia es posible, es porque lo universal no tiene ni un cuerpo ni un contenido necesarios; por el contrario diversos grupos -entre semejantes- compiten entre sí, para dar a sus particularismos, de modo temporario, una función de representación universal. La sociedad genera todo un vocabulario de significantes vacíos cuyos sentidos temporarios son el resultado de una competencia política.

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